Para todo siempre hay una primera
vez. Y las primeras veces difícilmente se olvidan.
Cada vez que tengo que dejar el
coche en un parking público en el que nunca he estado, no puedo evitar un mismo
pensamiento "a ver qué me encuentro aquí abajo". Voy descendiendo por la rampa
y fijándome en todos los detalles. Si detecto estrecheces y oscuridades,
comienzo a temblar!
Pero es que no hay nada como
encontrar un parking público bien iluminado, bien señalizado, amplio y donde
cualquier zona de mínimo riesgo de impacto está protegida adecuadamente. Son
esos parkings en los que te sientes como en casa, a los que vas de cabeza, sin
dudar.
Por el contrario, entrar por
primera vez en un parking con un acceso angosto sin protectores de rampa, donde
la iluminación no acompaña y donde las esquinas de las columnas están limadas
de tanto roce, es un mal comienzo.
Puede que el parking sea viejo y
su morfología sea complicada, pero incluso en los casos más graves siempre se
pueden poner medios para mejorar sustancialmente la comodidad simplemente
teniendo en cuenta dos aspectos:
- Mejorar la iluminación y señalización.
- Instalar protecciones en rampas, paredes y esquinas donde los roces sean constantes.